sábado, 5 de enero de 2013

1.- El garaje


Arturo Román. 25 años. Estudiante de Historia del Arte. Se come la última uva y le da un beso a su madre. Dice eso de feliz año, bla, bla, bla, y brindan con champán. Poco. Tiene que conducir. Se pone la gabardina y revisa los bolsillos. Cartera. Móvil. Tabaco. Mechero. Dinero. Llaves de casa. Llaves del coche. Mando del garaje. Dice: adiós, madre. Y ella: diviértete.

Se ajusta la corbata en el espejo del ascensor. Sale a la calle. El nuevo año ha traído una espesa niebla. Arturo Román se sube las solapas de la gabardina. Saca la llave de la verja del jardín. Chirría.

El jardín está vacío. Las farolas fosforecen entre la niebla. Arturo Román pulsa el mando del garaje. La puerta metálica se abre lentamente.

Garaje apagado. Enciende la luz. Camina hacia la segunda planta. Oye el eco de sus zapatos y el chisporroteo de la electricidad. No llega ni a sacar las llaves del coche. Hay, en el suelo, una mujer decapitada.

Mareo. Arcadas. Después miedo. Posibilidad de que haya alguien acechando. Da media vuelta y echa a correr. Grita. No se da cuenta de que está gritando. Sale por la puerta del garaje. Se cae a los pies de una farola. El jardín sigue en silencio. La niebla flota, densa, compacta. Arturo Román acierta a sacar el móvil. Llama a la policía.

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