El
detective Casimiro Balcells, aquella madrugada, no llegó a su casa.
El
detective Casimiro Balcells, aquella madrugada, se desmayó en el asiento de
atrás de un Skoda Octavia y al taxista no le quedó más remedio que llevarlo al
hospital.
Le
pasó la factura a la comisaría. 45 euros de carrera.
Casimiro
Balcells vuelve en sí.
Lo
primero que ve, cuando abre los ojos, es un foco de luz blanca.
Dice:
¿dónde coño estoy?
Mira
a su alrededor. No cabe duda. Es la habitación de un hospital. Está tumbado en
una cama. Tiene una vía en el dorso de la mano.
Intenta
levantarse. Pero entonces entra un médico.
Le
dice: ¿cómo me escuentra?
Casimiro
Balcells responde: de puta madre. ¿Dónde están mis pantalones?
El
médico le coge de la muñeca y le mide el pulso. Dice: lleva usted doce horas en
el hospital. Le hemos estado haciendo pruebas.
Casimiro
Balcells se incorpora sobre la cama. Dice:
¿Pruebas?
Yo también necesito pruebas. Tengo que investigar un asesinato. ¿Dónde están
mis pantalones?
Me
temo que no va a poder abandonar el hospital. Al menos no todavía.
¿Por
qué?
Tiene
usted cáncer.
¿De
qué?
Esta
misma tarde le bajaremos al quirófano.
A
Casimiro Balcells, de repente, le da igual de qué sea su cáncer. El médico
dice:
Le
operaremos a las cinco. Tiene tiempo para llamar a sus familiares.
No tengo familiares.
No tengo familiares.