Casimiro
Balcells se levanta. Mira a su alrededor.
Arma
homicida: un hacha. Aparece también al lado del cadáver.
Hay
un rastro de gotas de sangre que va desde el coche (Seat Ibiza: aparcado en
plaza 244) hasta el cuerpo.
Se
acerca al vehículo.
El
coche está abierto. El motor está todavía caliente.
El
detective abre la puerta y mete dentro medio cuerpo.
Las
llaves están puestas.
En
el asiento del conductor hay restos de orina. El volante tiene salpicaduras de
sangre. En el asiento de atrás hay un abrigo de invierno, un bolso y una
botella de whisky.
Coge
el bolso. Lo abre. Echa un vistazo.
En
el bolso hay un paquete de kleenex, tres támpax, un paquete de Fortuna, un
zippo, un pintalabios, un espejo, un rímel, un lápiz de ojos, un ericsson, un
best-seller, una agenda de 2012, llaves del portal y llaves de casa, un
monedero.
En
el monedero hay ochenta euros, una Visa, el carné de identidad, el carné de
conducir, fotografías, un abono transportes, papelitos, otras tarjetas (de la
biblioteca, de DIA, del Corte Inglés)…
Casimiro Balcells dice: ni le han robado ni la han violado. Cojonudo.
Casimiro Balcells dice: ni le han robado ni la han violado. Cojonudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario