domingo, 10 de febrero de 2013

9.- En la comisaría


Comisaría de Carabanchel.

Casimiro Balcells atraviesa el vestíbulo. Hay un niñato con la nariz rota y un par de guiris a los que ya les han robado.

Cojonudo.

Saca un café de la máquina. Un compañero le pregunta: ¿de verdad la han decapitado? Casimiro Balcells responde: sí, con un hacha. Sube a su despacho y mira por la ventana. Piensa: puto año nuevo.

No hay calefacción en el despacho. Le viene bien tener un vaso de café caliente entre las manos.

A la media hora aparece Arturo Román. Se le dice que se siente donde pueda. Casimiro Balcells no se da la vuelta. Sigue mirando por la ventana. Dice:

¿Tú encontraste el cadáver?

Sí.

¿Viste algo más?

No.

¿Conoces a la víctima?

De vista. Era una vecina.

¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella?

¡Yo no la he matado!

Yo tampoco. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella?

No lo sé.

¿Hace una semana?

No lo sé.

¿Un mes? ¿Dos meses? ¿Tres?

¡No lo sé!

¿No sabes cuándo hablaste con ella?

Era una vecina del portal de al lado. No hablaba con ella. Le decía hola o adiós si me la encontraba por la calle.

¿Y en las reuniones de vecinos?

Yo no voy. Va mi madre.

¿Y ella iba?

¡Y yo qué sé si iba ella!

¿La reconociste?

¿Cuándo?

¿La reconociste cuando la viste en el suelo del garaje?

No, por supuesto que no.

¿Tenía la cabeza vuelta hacia ti?

No.

Ya sabes. Los ojos abiertos. La mirada fija.

Déjeme en paz, por favor.

¿No sabes quién la pudo matar?

Arturo Ramón está a punto de derrumbarse. Rompe a llorar. El detective Casimiro Balcells se separa de la ventana y le da una palmada en la espalda. Le dice: anda, vete a casa y tómate un cola-cao. Ya te volveremos a llamar.

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